-Cincuenta puntas -dijo el compadre Muñante esparciendo el vaho de su cigarrillo en mi cara-. Habla de una vez cabeza de balde. ¿Pagas o no pagas?
Mi frente sufría una hiperhidrosis, sudaba como hámster en su respectiva rueda. Por un segundo me arrepentí de estar ahí y me acordé de mi papá, Roberto Sandoval, un personaje sencillo pero respetado -por los demás humildes-, que siempre llegaba con regocijo a casa diciendo: << ¡paciencia y buen humor familia! ¡Paciencia y buen humor!>>. Si sabia jugar póquer, y bastante bien, pero la neurosis invadió mi psicología y habilidad por el hecho de estar rodeado de gente tan importante y yo siempre siendo un indigente que invirtió su dinero -seiscientos soles- para sextuplicarlo y poder pagar las deudas de mi padre; además de eso, quería también aventajar un poco de respeto venciendo a estos magnates, robándoles su plata limpiamente. Tenía dos y cuatro, ambos de diamantes, mi color favorito. ¿Cabía la posibilidad de ganar? Sí, podía salir en el flop as, tres y cinco, y ahí nomás obtendría mi escalera cochina. También podía salir un par de cuatros en mesa, y ahí ya tendría un trío y solo esperaría al turn para que salga algún dos o viceversa. Podía pasar cualquier cosa, pero luego de recuperar el intelecto, en mi cabeza me dije la verdad: <
-Chibolo -dijo Parra haciendo dos palmas a la mesa luego de pasar su cerveza-, no tenemos todo el día, habla de una vez.
-Pago.
-Bien chibolo -agregó Canlla palmoteando mi hombro izquierdo, insinuando haber visto mis cartas, pero si sabe jugar, ni de a cojones las vio-.
La mesa -forrada por un mantel algodonado color verde, y marcada por unas líneas delgadas blancas donde se colocaban los naipes rojo escocés-, estaba ubicada como diámetro de la cochera, justo al lado de una especie de escritorio donde se explayaban las bebidas -cervezas, whiskies, rones, tequilas- que pausaban la partida en un determinado momento de sed.
Mientras el dealer, García, seguía preguntando, Canlla me sonreía diciendo: <
-Apunta chibolo -se preparó Canlla-: Jack de trebol, Jack de espadas, diez de diamantes. Repito: Jack de bastos, jack de pica y diez de oro.
-¿Dos jacks y un diez? -pregunté por asegurar-.
-No, no -respondió Canlla-, a mi no me compliques chibolo, yo no dije jack, dije cuack.
-¿Cuack? ¿Patos?
-Si chibolo, nos fuimos a la chinga.
Lo odié infinitamente. No se le entendía nada. Canlla ya estaba borracho y yo ya no tenía quien me ayude, así que respiré con fuerza, y vencí mi temor a las cartas. Comprobé que había un par de dos en mesa y mi sonrisa se hizo notoria. Me emocione, y de pronto ya estaba imaginando una vida llena de placeres -mi boda, mi luna de miel, mi propia hacienda, mis hijos, mi negocio, mi dinero-, sentí el relajo corporal del que tanto hablaba mi padre soñando con mares . Mis ojos destellaban como los zapatos de Muñante, parecían dos rayos de sol.
-Chibolo -me llamó García-, es tu turno. Parra apuesta todo, y Muñante se lo está pagando. ¿Vas o no vas?
Miré profundamente a Parra para intentar adivinar si era un envite, la típica jugada del farol, o si realmente tenía algo importante como su persona, pero su mirada clandestina, mordida y espeluznante, me dejo más que estupefacto y venció mi deseo, así que pasé al siguiente oponente: Muñante. Lo miré con furia como suelen hacerlo las hienas al atrapar su presa, pero el muy conchudo me contesto la mirada haciendo pucheros y echó la espuela bebiendo el último sorbo de su cerveza. Empecé a jugar con mis fichas analizando la situación: <<¿Realmente me conviene seguir? Si hay dos jugadores que están pagando todo, y faltan tres por responder, debo suponer que Muñante algo debe de tener, no cualquiera paga un All in, y también cabe la posibilidad de que Parra no tenga nada por lo que es el primero en mandar, pero ya se habría notado, nos hubiéramos dado cuenta, o es todo o es nada, ¿Qué hago? Conmigo ya somos tres que tenemos algo importante supuestamente, ¿Qué tanto se puede tener, si en mesa hay un par de dos y un diez y yo tengo otro dos?>>. No le creí a ninguno de los dos, pero tampoco descarté que algo pudieran tener, así que pague. Entonces fue ahí donde el borracho de Canlla se paró a estropear todo.
-¡Pero qué haces chibolo! -gritó desairado- ¡Estás loco o que! ¡Qué estás haciendo cabezón si tú tienes un tres y un jack!
Me confundí totalmente. Lo odié aún más, y de nuevo pensé: <
tv nuevo libro qve?
ResponderEliminar