miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mi Nuevo Libro :)

-¿Mi amor? -dijo con voz dulce Angie.-Te está llamando Pedro, el jardinero.

-¡Me estoy bañando!-contestó Leonardo

Angie se acercó al baño de su cuarto, donde estaba Leonardo. Tocó la puerta.

-¡Me estoy bañando!-dijo Leonardo, mientras que Angie abría la puerta del baño.

-Mi amor, ha venido Pedro el jardinero. Dice que hay que pagarle.

-¡Pero si hoy es domingo! ¡Siempre es lo mismo!-lo dijo muy molesto. -¡Pregúntale cuanto es que se le tiene que pagar!

Angie salió del baño con cara de desubicada, perdida en una tragedia incomprendida. Se supone que un baño siempre refresca, Leonardo no debería estar con ese humor, pensó Angie. Ella regresó humildemente al baño para decirle a su esposo cuanto se le debía de pagar al jardinero. Volvió a entrar al baño, sin tocar la puerta.

-Mi amor, son setenta soles.

Leonardo suspiro de malhumor.

-Ahorita salgo, dile que me espere.-contestó .

Salí rápido de la ducha algo malhumorado por lo que había sido interrumpida como todos los domingos, y en toalla, recibí a Pedro en la terraza de mi hogar.

-Señor Montenegro, ¿Cómo está?

-Pues, estoy muy mal Pedro. Sabes que es domingo, y encima te das el cuajo de venir a cobrar. Todas las semanas es lo mismo. –contestó Leonardo.

-Si señor, es verdad. Lo que pasa, es que necesito pagarle al banco mañana por la mañana, sino, me suben aún más los intereses.

-Pero… ¿no me dijiste lo mismo la semana pasada? Te voy a dejar de creer, y te vas a quedar sin empleo.

-No jefe, todas las semanas tengo que ir pagando de a pocos. Es una deuda bastante complicada. Yo sé que usted me entiende.-le dijo Pedro a Leonardo.

-Pedro, siempre demostraste ser buena persona. Desgraciadamente, he aprendido tanto de la vida, que yo sé cuando una persona me miente. Y me estás mintiendo.

-Pero jefe, ¡Como puede decir eso!

-No te preocupes, te voy a pagar, pero no te apiades de este viejo moribundo si es que quieres salir en el testamento para que recibas una gran parte de la herencia.

-Está bien jefecito.-le dijo Pedro con una cara brillosa.

-Toma, aquí hay setecientos soles, es para que pagues tu deuda. Te estoy pagando por adelanto de diez semanas.

Pedro no respondió y se fue muy deprisa de la casa. Tan solo arranchó la plata y no dijo ni adiós.

Yo, entré riéndome de este muchacho gracioso. Angela estaba preparando el almuerzo, ella cocina muy bien. Olía a queso derretido, parecía que era una lasaña, esas que me encantan. La sorprendí por detrás, la abrasé, mientras que le sobaba la barriga dándole besitos en el cachete. Ella sonreía y me seguía el juego.

-Te amo.-dijo Angie.

-Yo también y te quiero mucho.-contesto Leonardo con dulzura y picardía.

-¿Por qué has estado de malhumor? Se supone que debes estar en reposo.

-Lo sé, pero recuerda que nunca hago lo que debo.

Se rieron.

-Pero mi amor, se trata de tu salud. ¿Has tomado tus pastillas? , las deje sobre tu mesa.-dijo Angie cortando su risa.

-No mi vida, ya te he dicho que no me gustan los químicos, los detesto al igual que los doctores. Tú sabes.

-¿Todavía sigues con eso? Mi amor, yo no quiero que te mueras antes que yo, no sabría que hacer sin ti.

-No me voy a morir, voy a estar contigo toda la vida. Te prometí que te cuidaré por siempre, y así será.

Angie se puso a llorar y lo abrazó muy fuerte.

-Por favor toma tus pastillas, hazlo por mí.-se lo pidió Angie desesperadamente llorando.

-Solo lo haré por ti, porque te amo. Eres lo único que me mantiene vivo.

Tuve que hacerlo. Subí las escaleras que me cuestan mucho subir para llegar a mi cuarto, y encontré el sobre de mis pastillas que me había comprado Angela. No tenía ganas de tomarlas, no por capricho, sino que realmente son muy amargas y feas. Además solo es un pequeño principio de diabetes, no hay de qué preocuparse.

Me eché en mi cama a ver un rato televisión, mientras que Ángela preparaba el almuerzo. Estuve viendo por un buen rato Animal Planet. Es un canal donde pasan videos graciosos de animales, y me encanta, pero cuando no hay nada en la tele, pongo un Dvd que me regalo Angela del Chavo del Ocho.

-Mi amor…¿Tomaste las pastillas?-gritó Ángela desde la cocina.

-Uhmmm…-pensó Leonardo- Aún no, enseguida las tomo. Ya no te preocupes por mí. Te Adoro.

-Ahí voy para ver como tomas tus pastillas-gritó de nuevo Angela-¿Quieres que te lleve agüita?

-Está bien mi cielo. Gracias.

Ángela subió las escaleras, me dio un beso y me sentó en la cama. Me miró por unos cuantos segundos, y en el oído me recordó que aún sigo siendo un niño travieso sobándome el cuello.

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